El verdadero caballo de batalla de una herencia es inventariar y valorar el patrimonio hereditario, decidir cómo se reparte entre los herederos (si el testador no ha indicado un reparto) y acabar en la notaría para repartir mediante la escritura con todo decidido y perfectamente claro.
Cuando hablamos de aceptar una herencia nos referimos al simple hecho de decir «sí quiero». Es decir, afirmar que se quiere esa herencia. Nada más.
Pero nadie, o casi nadie, acude a una notaría a aceptar una herencia sin repartírsela. La aceptación y la partición suelen ser simultáneas, haciéndose constar en la misma escritura que Pepito y Manolita aceptan y acuerdan repartirse los bienes de la forma que determinen.
Así, una vez exista el acuerdo debe aceptarse la herencia, adjudicarse y pagar los impuestos (ojo con los plazos si el acuerdo se retrasa), siendo recomendable en el caso de no existir acuerdo liquidar los impuestos.
Fuente del post: JustitoElNotario.
Imagen: niekverlaan.
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