“Parecía como si no se hubiese leído las demandas. Cómo si fuese la primera vez que lo leía”, fue el comentario de un cliente hace poco al salir de un juicio.
La justicia, por mil motivos en los que no me voy a entretener ahora, pero que todos conocemos, transmite hoy por hoy mucha desconfianza y desasosiego al ciudadano de a pie. Hablando en plata, su imagen es nefasta.
Uno que suele ir al juzgado para ventilar asuntos tan importantes como el futuro de unos hijos, ante unas palabras como las del cliente poco puede decir… Porque los que más o menos estamos a menudo por ahí sabemos que no le falta razón. A mi me hace sentir incluso un pelín de vergüenza ajena.
Sería injusto decir que son todos, o la mayoría, pero sabemos que muchos jueces mandan empezar a grabar sin apenas haberse leído demanda y contestación. Sin conocer lo expuesto, planteado y documentado, ni, en consecuencia, tener conocimiento detallado de los planteamientos de las partes.
No dudo de que antes de dictar sentencia se van a mirar con lupa demanda, contestación, documentos, jurisprudencia, etc…. Pero de entrada, ya se permiten, con cierta suficiencia en ocasiones, rechazar el planteamiento de determinadas pruebas cuando se nota que han dado una vista de pájaro (y eso siendo generosos) sobre el objeto del proceso, e incluso formular inadmisibles juicios de valor a micrófono cerrado, cuando antes de la vista se intentan acercar posturas, poniendo ello más en evidencia todavía «que no se lo han mirao».
Además de lo anterior, el ciudadano se da cuenta de esas cosas y queda feo. No ayuda a prestigiar y dignificar ese tinglado judicial que tan necesitado de ello está de puertas hacia fuera, para la credibilidad de un mínimamente decente Estado de Derecho.
Como me consta que más de un Juez se pasa por este blog, … igual sirve de algo.
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