Leía el otro día a una compañera que se refería a la alegría de un buen final, elogiando a un cliente colaborador y paciente.
Por supuesto todos los abogados los preferimos así. También educados y respetuosos. Ese tipo de cliente tiene un denominador común que es la confianza en el abogado. Algunos te la transmiten con su comportamiento, y uno sólo tiene que preocuparse de lo importante.
Al otro lado están los que crean la necesidad de que tengas que hacer gestos inútiles, innecesarios e incluso infantiles que, conociendo al personaje, resultan esenciales para que su percepción sobre tu trabajo sea la adecuada. Un cliente desconfiado, que duda de todo y que incluso te pone alguna que otra trampa, a modo de juego al gato y al ratón, como extraña y absurda forma de verificar que estás cumpliendo y no te columpias. Una mentalidad semejante a la que responde al criterio de que el jefe bueno tiene que ser un cabrón y sino no sirve para jefe. Hay clientes que piensan que si no ejercen una especie de acoso y se muestran siempre cabreados, ariscos y con gesto de «que desastre de abogado”, la cosa es imposible que vaya bien.
Ese cliente que te llama a cualquier hora. Qué porque ha pagado (o pagará) se piensa que ya no te debe el más básico de los respetos. “(…) Que por un lado está siempre insatisfecho con las explicaciones y atención que le brinda su abogado. Y por otro lado, dispone de tiempo y dedica todas sus energías a remitirle papeles, telefonearle, enviarle correos electrónicos, sugerirle pruebas y contarle mil ocurrencias extravagantes. El resultado es un hostigamiento inaceptable humana ni profesionalmente.” (Ignacio Rueda dixit).
El cliente que confía en su abogado lo hace mejor abogado. La confianza transmite al profesional seguridad, certidumbre y, lo más importente, hace que sus puntos fuertes o virtudes se eleven a la máxima potencia, porque el abogado gana en desinhibición, desparpajo e incluso en despreocupación por no cometer la más mínima equivocación y, creanme, ese es el marco ideal para crear cualquier tipo de arte (al fin y al cabo cualquier buen trabajo es una obra de arte).
Se supone que si usted contrata un abogado es porque confía en él. Si pierde la confianza ponga fin a la relación. Pero mientras esté en el ajo actúe en consecuencia. Será el primer beneficiado. Bastante complejo es todo como para encima tener que luchar contra el que va en el mismo barco.
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