No quiere juicio ni todo eso. Tampoco que le pongan una pena. Confía en que con la denuncia y una noche detenido sea suficiente. Un escarmiento dice ella. Le pregunto si están juntos. Me dice que justo estaba en ello, y que le dio dos bofetadas cuando le dijo que lo dejaban. Le pregunto si es la primera vez que pasa algo así, y me dice sonriendo: «la verdad es que no». Cuando le pregunto si piensa seguir con él, me dice que ahora mismo no tiene nada claro.
Le digo que estos tíos no acostumbran a cambiar de la noche a la mañana, a lo que me responde con una media sonrisa que todo el mundo le dice lo mismo. Pero tiene claro que no quiere declarar y seguir adelante.
Me apetece decirle que es joven y preciosa, y que sólo merece un chico a su lado que la trate de forma adecuada. Pero no se lo digo. Pienso que sólo soy su abogado y sería improcedente ese comentario. Hasta pienso que quizás ya le haya dicho demasiado.
Firmamos un montón de papeles. El tema quedará sobreseído. Vuelve a la sala de las víctimas. Diez minutos más tarde la vuelvo a ver, y me dice que justo tras todo lo que yo le había dicho, su madre la había llamado explicándole que esta noche había tenido un sueño horrible. Pero la decisión ya está tomada. Le dicen que ya se puede ir. Qué el quedará en libertad en unos minutos.
Cuando ya se iba, resulta que una funcionaria la llama de lejos porque le falta firmar un papel. Lo que provoca que se cruce con el susodicho, al que justo habían hecho subir de los calabozos porque ella ya se marchaba. Cosas que pasan en los juzgados. Soy testigo de como él, aún esposado, la mira con una tímida sonrisa y le dice hola. Ella le devuelve una mirada entre resignada y disgustada.
Seguramente ella le tiene cariño. Para los demás es fácil aconsejar.
Comprendo que es difícil Virginia.
Artículos relacionados:
1. A Veces Funciona.
2. El Nuevo Delito De Acoso.
3. Rompiendo Tópicos.
4. Contra El Machismo, Datos.