Navidad, fin de año…. Época de compartir con la familia, pero también época en la que uno percibe el paso del tiempo y se plantea si camina en la dirección adecuada. Entre ese compulsivo ir de tiendas, transitar de hogar en hogar, y empacho tras empacho, queramos o no encontramos espacios para la reflexión, el balance, y la valoración sobre la necesidad o no de introducir cambios en nuestra vida.
Entre ellos puede aparecer el de si debo continuar o no con mi pareja. Muchas veces, aunque podamos intuir que nuestra vida mejoraría con un cambio así, se nos presenta todo como una montaña. Una quimera. Sólo vemos problemas, y en consecuencia excusas para no dar el paso. Los niños, su familia, mi familia, el piso, la situación económica, el miedo a la soledad…. Pero hay momentos en nuestras vidas en los que hemos de dar un paso adelante y tomar decisiones valientes. Decisiones importantes.
Dicen que el mejor trabajo es el que sale de una persona feliz. Y en general, lo mejor de cada uno de nosotros sale cuando somos felices. Cuando estamos contentos con nuestra vida y existe armonía entre lo que pensamos y lo que hacemos. Entre nuestros principios y valores y nuestra forma de actuar y ponerlos en práctica. Entre nuestra filosofía de vida y su implementación en el día a día. Y ello es extrapolable a todos los ámbitos de nuestra vida (proyectos empresariales, vida laboral, vida personal, e incluso para disfrutar del ocio, las vacaciones, el tiempo libre y divertirse, es necesario ser feliz y estar cómodos con nosotros mismos). Si vivo encerrado en una relación de pareja que no me satisface difícilmente podré proyectar lo mejor de mi a mis hijos, y flaco favor les haré justificando el seguir en esa relación por ellos. Lo mismo sirve para quien sea nuestra pareja. Por muy mal que me sepa dar el paso de romper la relación, pocos buenos momentos le proporcionaré si yo apenas tengo ninguno, y a poco que aún le tenga algo de aprecio a esa persona lo mejor que haré será liberarle de un vínculo que no aporta nada a ambos, y permitirle que la vida le ofrezca nuevas oportunidades.
Los abogados de familia también podemos ayudar a visualizar que el paso que se está dando no es una temeridad ni una locura, sino una decisión responsable. Ayudar a disminuir el sentimiento de culpabilidad que habitualmente existe, y reducir así el grado de ansiedad. Ayudar a comprender que no se es el malo de la película, y que a pesar de las dificultades y lo traumático de la situación se sale del túnel, y una vida mejor es posible y puede estar esperando, aunque en esos momentos sea difícil de ver. Se trata, aparte de proporcionar la imprescindible seguridad jurídica, de acompañar en ese tránsito y ayudar a no dejarse vencer por la fuerza de una visión cortoplacista de la situación que en la mayoría de ocasiones pone freno a decisiones importantes por la incomodidad que nos generan. Y es que muchas veces una ruptura, por muy dura que resulte, supone estar haciendo las cosas bien.