Tu pareja te ha dejado, y sabes o intuyes que hay otra persona. Sientes el rechazo. Es duro. Muy duro. Pero todos hemos estado ahí alguna vez y volveremos a estar. Y el que nunca haya estado, algún día lo estará, y sino quizás hasta en algún momento no le hubiese venido mal, aunque eso nunca lo sabrá.
Míralo como una oportunidad que te da la vida para reconstruir. Para empezar de cero. Para hacer que tu existencia se convierta en aquello que siempre habías pensado que hubiese podido ser de no haberse cruzado un día esa maravillosa persona con la que estabas. Sí, la que ahora te ha dejado. Para hacer todo aquello que pensabas que ya, definitivamente, había quedado aparcado. Porque recuerda que ni eres ni vales menos que ayer, o que antes de recibir ese mazazo. Ahí sigues tu. La misma persona. Con todo lo conseguido y lo perdido hasta entonces, pero la misma.
Personalmente todo me va mucho mejor desde que me voy convenciendo de que el rechazo, el fallo, el error, o el fracaso forman parte inevitable del juego, y que son necesarios e imprescindibles en todo proceso de crecimiento. El temor a cualquier atisbo o asomo de alguno de ellos, hasta el punto de no poder soportar la mera sospecha de su aparición, nos resta frescura y limitan infinitamente nuestra capacidad y talento. Además ni podemos ni debemos gustar a todos en todo momento ni hacerlo todo bien. Eso si sería preocupante.
Y que casualidad que algunos grandes nombres que en los últimos tiempos me están sirviendo de referencia coincidan en relativizar la importancia del fallo, del error o el rechazo que podamos sufrir por parte de los demás cuando nos equivocamos o fracasamos. Isra García habla directamente de abrazar el fallo, de que no estaría donde está sino hubiese sido a base de fallar todo lo que ha fallado, y que piensa seguir fallando porque no se ve de otra manera, convencido de que es muy difícil lograr algo importante en la vida sin el riesgo a la feroz crítica y al fallo pronunciado. Carlos Guerrero, en un magnífico post publicado en su blog hace apenas un mes afirmaba que el abogado nunca debe desanimarse. Que debe persistir y seguir adelante a pesar de que en algún momento sienta el rechazo, porque hasta el abogado más valioso recibe cada día rechazos y golpes, pero sigue confiando y en movimiento.
Creo que hay que huir cada vez más de aquellos que presumen de no fallar ni fracasar nunca, de los que te cuentan que siempre todo les sale muy bien y consiguen las cosas sin apenas esfuerzo. Pueden resultar altamente nocivos.