Mal fin de semana si acabas de romper, o te acaban de romper. Pero la soledad no es tan mala y nefasta como nos han querido inculcar desde pequeños. Es una de tantas de esas cosas que debemos desaprender, porque durante mucho tiempo ha sido una verdad inamovible e indiscutible, cuasi sagrada, que hoy ya no sirve. La soledad tiene ventajas y es necesaria y recomendable en muchas ocasiones (ver uno de los posts cuyo enlace dejo al final).
No se puede estar en pareja por el miedo a estar solo. No es O.k. estar celebrando estos días San Valentín bajo una filosofía semejante.
Si uno consigue ser feliz estando solo, podrá tener la certeza de que cuando elija a alguien como compañer@ de viaje no lo hará para huir de esa temida soledad sino porque realmente tiene el deseo de tener cerca a esa persona.
Además, piensa que siempre sale el sol. Por muy mal que lo estés viendo todo en este momento, podrá volver a ser todo de color de rosas. Transcribo textualmente un extracto del post, titulado “El bellísimo riesgo de amar”, que publicaba ayer en su blog Isra García:
< “¿Sí?” dijo ella. “¿Qué sucede si no funciona como tu dices?” preguntó con tono irónico. Mi respuesta: “Fácil, te buscaré allá donde estés”. Nunca más sentí la necesidad de volver a encontrarla.
Al final, lo que predije era verdad, al final.>>
Y es que siempre sale el sol.
El artículo de hoy me ha nacido de este post de Isra, y de otro que leí ayer de José María Martín García “La Soledad de San Valentín”. Os dejo los enlaces. Merecen mucho la pena.