La semana pasada El Periódico (dejo enlaces abajo) publicó un amplio reportaje sobre los abusos sexuales y la discriminación machista, que incluía reflexiones de mujeres de distintos ámbitos. He considerando interesante compartir algunas píldoras con vosotros:
· los estudios detallan que tan solo se denuncian entre un 7% y un 10% de los delitos sexuales en España. Las víctimas en las sociedades nórdicas doblan el de las mediterráneas, pero ello no nos debe llevar a erróneas conclusiones, dado que precisamente los países con mejores tasas de igualdad también son los que se preocupan más de acompañar a las víctimas que levantan la voz, logrando que la porción de violencia sexual que termina emergiendo sea mayor. Y es que para que nos hagamos una idea, según los datos publicados en Eurostat en 2014, en Suecia se denuncian en total el doble de delitos sexuales que en España, que multiplica por cinco la población del país escandinavo.
La psicóloga experta en violencia doméstica Alba Alfageme se refiere a la gravedad del problema, porque la violencia sexual es siempre una violencia machista. Fuentes policiales remarcan que las denuncias que se presentan en Catalunya provienen de la violencia doméstica, en primer lugar, y de los entornos de ocio nocturno, en segundo lugar. Depredadores en serie como el “violador del cúter” o el “violador del Eixample” representan un porcentaje muy marginal del total de denuncias recogidas.
· un estudio europeo indica que un tercio de las entrevistadas declaró haber tenido relaciones sexuales no deseadas con hombres con los que habían salido a cenar.
Alba, experta en la atención a mujeres que han sufrido acoso o agresión sexual, considera que son situaciones que condicionan tanto la vida de las atacadas como de las que adoptan precauciones para no serlo, y manifiesta que “esa idea falsa de que el NO de una mujer quiere decir SÍ nos ha hecho mucho daño a todas. Los chicos están muy confundidos y la sociedad alimenta la situación responsabilizando a la vestimenta famenina del acoso sexual”. Si el entorno no critica, esa actitud se alimenta, añade. “Las mujeres, todas, tenemos limitado el espacio público. No es seguro. No podemos disfrutar de esa libertad igual que los hombres”, reflexiona. Alba tiene compañeras que cuando salen de cena por la noche elaboran estrategias para el momento de volver a casa. “Si tienen párking, no dejan allí el coche, para no entrar solas. O llaman a su pareja para que baje a buscarlas. Si vuelven en taxi, al subir al vehículo anotan la licencia del conductor y envían el número por whatsapp a una amiga”.
· “El acoso sexual a chicas en situaciones de fiesta es una ofensiva machista para frenar los avances femeninos”, dice con rotundidad Gemma Lienas, de 65 años, escritora y política diputada de Catalunya si que es Pot en el Parlament de Catalunya.
Para Gemma, el mensaje que se quiere transmitir cuando se critica la forma de vestir o el comportamiento de algunas jóvenes agredidas es el de “La mujer, la pata quebrada y en casa. Si no, ya sabéis lo que os puede pasar”. Antiguo, pero eficaz, sostiene.
Gemma defiende su “mirada” a la hora de escribir y de vivir, y no cree conveniente disimularla. «A las escritoras que actuamos así, se nos clasifica como feministas. Cuando Gabriel García Márquez escribió Memoria de mis putas tristes, [en la que un anciano moribundo pide conocer a una joven virgen] nadie dijo que fuera machista”.
Para ella, la permisividad con que las chicas toleran que sus novios o amigos les controlen la forma de vestir, o les permiten actuar en función de los celos, forma parte de una “regresión” que, a su juicio, refleja el retroceso generalizado del pensamiento de izquierdas en la sociedad. “Ahora vivimos en un mundo dominado por las derechas y el capitalismo más duro, y ni la derecha ni el capitalismo han defendido nunca los derechos de las mujeres. Ahora, en muchos ambientes, las posiciones machistas se consideran normales”.
· A finales de mayo, María S. Montero, estudiante de 19 años, participó en una excursión de fin de semana por Ripoll. Fue sola, (¿por qué no?), con ganas de divertirse rodeada de gente de su edad, sin esperar que un chico se colgara de ella y que el resto de excursionistas se pusieran de parte del «pobrecito» que se había «enamorado de ella» y que no veía su amor correspondido.
A pesar de la juventud de los excursionistas, e incluso las mujeres, María tuvo que soportar las actitudes y justificaciones machistas. «Durante los dos días de excursión me buscaba incansablemente. Las obstrucciones de mi espacio vital y las persecuciones fueron constantes. Es agobiante que un chico te persiga entre más de cien personas durante dos días seguidos”. Lejos de aceptar un ‘no’ por respuesta, el chico perseveró, hasta el punto que María se vio obligada a estar más pendiente de alejarse de él que de la excursión. “Fue una carga emocional sentirme controlada todo el rato. Encima, me sentía mal porque me tenía que escapar de otra persona con ayuda de otras chicas”.
Para María, debería ser sencillo de entender. «‘No’ es ‘no’. Seducir no es perseguir. El acosador nunca es la víctima. Parece, debería, ser sencillo de entender». Pero no lo es, como pudo comprobar.
El ‘Pobre Seductor’.
Para su asombro, y pese a sus quejas, el resto de excursionistas no solo no hicieron nada sino que se lo tomaron a broma considerando que la víctima era el chico. Ese pobre seductor al que la indiferencia de la seducida le rompe el corazón. “Lo peor de todo es ver cómo los demás reían, y decían que estaba rechazando al ‘pobre’ chico, bromeando como si se hubiera enamorado, cuando la única que estaba sufriendo era yo”.
Una experiencia de acoso banalizado que se da en todos los ámbitos, desde las aulas y el trabajo hasta espacios de ocio. Para María “una situación que cohíba o intimide a una mujer nunca debería considerarse como algo normal, y nosotras estamos en todo nuestro derecho de rechazarlo, de marcar unos límites. Desgraciadamente, la tradición cultural nos ha enseñado que sufrir por amor es romántico, y que es bonito que el hombre persiga a la mujer porque está enamorado de ella, cuando en realidad nadie debe sufrir por algo así”. Para María la única solución pasa por la educación. ‘No’ es ‘no’. Siempre.
· frases peyorativas del estilo “lloras como una niña” son más que recurrentes en su día a día, y se siente sola ante la inacción de sus compañeros.
A sus 22 años, Marta Perich, tiene una larga experiencia trabajando con niños y adolescentes como monitora de actividades juveniles. Según ella, a estas edades tan tempranas ya pueden notarse algunas conductas machistas.
“Notas cómo empiezan a desarrollar los estereotipos del carácter y personalidad que se atribuyen a cada género y, a medida que crecen, todavía hay más diferencias en los roles con los que se identifican”.
Marta no piensa que el origen de esto venga directamente de sus casas o entornos más cercanos, ni tampoco considera que la culpa deba recaer en uno de los dos sexos. “La raíz del problema se encuentra en la manera en la que está planteada nuestra sociedad, en un sentido patriarcal. El machismo está por todas partes forma parte de las ideas que conforman nuestra manera de ver y entender el mundo”.
Para Marta, la mujer del siglo XXI sigue siendo tratada como un objeto sexual y se la juzga por su cuerpo en vez de por su intelecto. “Nos hemos acostumbrado a esto y es denigrante. No puedes vestirte demasiado ligera de ropa porque te llamarán ‘guarra’ y podrían violarte, y luego alguien pensará que es normal porque ibas provocando… ¿Pensar esto es lo normal?. Si un chico liga conmigo en una discoteca se supone que debo sentirme halagada, porque eso es lo que ellos hacen en este tipo de sitios. Si le digo que no, seré una estrecha, pero si me voy con él seré una facilona…”.
Pero, a su vez, también es muy consciente de que «somos las primeras machistas» y explica que las mujeres permiten la mayoría de estas acciones. «Somos nosotras quienes nos dejamos tratar como si fueramos carnaza o como si fueramos de porcelana y necesitáramos protección, y el silencio solo refuerza estas conductas, siendo lo que termina llevando a los auténticos casos de violencia machista».
“Hay mucha desinformación y permisividad a nivel general, lo que dificulta un cambio real”. Marta propone un método de reflexión sobre el tema: la ‘regla de la inversión’: “¿si una mujer silbara a un hombre por la calle y le dijera obscenidades… no sería raro? O, ¿en un videoclip, en el que aparece una señora vestida de traje mientras unos hombres semidesnudos se restriegan contra ella… no sería una escena absurda?”. Si la respuesta es afirmativa, nos encontramos ante el machismo.
· Alba Rodríguez tiene 21 años. A primera vista parece una joven coqueta y muy femenina, algo que choca cuando explica que una de sus grandes pasiones es el fútbol y que trabaja, desde hace más de tres años, como árbitro. “Siempre que lo digo, la gente se sorprende muchísimo”, cuenta entre risas.
Para Alba, la gente relaciona este deporte con un carácter y una apariencia muy masculina porque, el fútbol en sí, es un mundo de hombres y a la gente “le cuesta concebirlo de otra manera”. Pero para ella no solamente ha sido difícil romper con los tópicos y convencionalismos. Sus padres no entendieron al principio su decisión y, además, ha tenido que enfrentarse asituaciones muy duras por el hecho de ser mujer.
“Una madre me gritó que me fuera a fregar».
“Me han insultado y me han dicho cosas terribles. Desde una madre que me gritó que me fuera a fregar porque era lo único que haría bien o que deje de comer tantos pitos”, cuenta y añade que es típico que la critiquen por ser chica: «Lo más frustrante es que piensen que por ser mujer no sé de fútbol».
Alba dice estar más que acostumbrada y que, por suerte, una vez se mete en el juego no escucha ni la mitad de los gritos que llegan desde las gradas. Otras compañeras suyas sí se han visto muy afectadas y lo han dejado por no ser capaces de aguantarlo.
«Los padres no son conscientes de que no solamente le faltan el respeto a una chica, sino a la autoridad que representa el árbitro y también al juego y a sus jugadores, que son sus hijos”, y añade que lo peor de todo es que a los niños “se les acaba metiendo en la cabeza lo que oyen partido tras partido”.
Alba empezó a arbitrar partidos de fútbol 7, donde los niños no tienen más de 12 años. “Notas su inocencia, les da igual que seas chico o chica, sólo quieren jugar”. A medida que la Federación de Fútbol la subía de categoría, las situaciones que tenía que soportar iban a peor: “ya no eran sólo los padres. Los jugadores también te insultan y no respetan tu autoridad… sé que si fuera un hombre no sería así”.
“Soy quien marca las reglas en el campo, tengo que demostrar seguridad desde el primer momento. Solo un instante de debilidad y, para mí, acaba el partido”. Esta parte es algo que la entristece: “no puedes empatizar, tienes que ponerte una coraza para que nada te afecte y te tomen en serio”, aunque dice que todo eso le ha aportado mucho a nivel personal: “Este trabajo te enseña a mostrar firmeza, a no dudar y ser capaz de reaccionar y tomar decisiones rápidas”.
Alba se ha planteado dejar su trabajo en más de una ocasión porque ve que su carrera está estancada por su género. Pero se niega a tirar la toalla. “Si lo dejo les estaría dando la razón, que por ser mujer no valgo para esto, que soy el sexo débil y no es así”.
· el Código Penal distingue entre las agresiones y los abusos. Si el agresor actúa con violencia o intimidación contra la víctima debe ser procesado por una agresión sexual y se castiga con penas de cárcel que oscilan entre los 5 y los 10 años.
Si el agresor actúa sin violencia o intimidación pero no goza del consentimiento de la víctima, debe hablarse de abuso sexual. Se castiga con penas de prisión de entre 1 y 3 años.
Se considera una violación la agresión sexual en la que exista acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal. Esta penetración puede producirse con miembros corporales o con objetos externos. Se castiga con penas de prisión de entre 6 y 12 años.
Actúan como agravante el hecho de haber ejercido una violencia o intimidación degradantes, haber actuado en grupo, que la víctima sea vulnerable o que el agresor se aproveche de una relación de superioridad.
Photo Credit: Anticapitalistes.
No es No: Stop a los abusos sexuales y la discriminación machista.
«Una situación que intimide a una mujer nunca debería considerarse como algo normal»
Las denuncias por abusos sexuales se han duplicado en 10 años.
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