Compruebo en la práctica que más allá de las tensiones y resentimientos propios de casi todas las rupturas, lo que genera más dificultades a la hora de llegar a soluciones pactadas y evitar la vía judicial contencioso/traumática es el desconocimiento. La desinformación. El pensar que las cosas funcionan de una determinada manera, cuando la realidad es muy diferente.
Y en esto tenemos un papel fundamental los abogados. Si somos especialistas en Derecho de Familia e informamos a los ciudadanos de lo que significa cada cosa, y los criterios que utilizan Juzgados y Tribunales a la hora de decidir, contribuiremos a que tengan muy claro que la clave son las soluciones equilibradas en interés de la unidad familiar, y sobre todo poniendo por delante el interés de los menores.
Ideas anquilosadas en el pasado como “quiero ponérselo difícil”, no tienen sentido hoy en día. Si uno se quiere divorciar puede hacerlo en el momento que quiera y sin que nadie se lo pueda impedir (por suerte).
Existen las pensiones compensatorias, pero con una vocación de temporalidad. Es decir, con fecha de caducidad. Por mucha diferencia de preparación, profesión o en cuanto a ingresos económicos exista entre los cónyuges, ningún juez eternizará una prestación de ese tipo. Cada uno debe buscar su autonomía económica y vital.
Las pensiones alimenticias son para los hijos, y se fijan en base a las necesidades de los mismos. Deberá ponerse el foco en que esas necesidades queden lo suficientemente cubiertas, más allá de si el obligado podría pagar muchísimo más. Y en cuanto a los inmuebles propiedad de ambos ex cónyuges que constituyeron las viviendas familiares, la tendencia es a extinguir esa copropiedad y atribuir el uso sólo cuando resulte indispensable y por el tiempo necesario.
Si sobre todos estos aspectos existen sombras, dudas, y se deja entrever que en los juzgados se puede aspirar a lograr pretensiones desorbitadas y alejadas de la realidad, es cuando la posibilidad de llegar a acuerdos se diluye. Conviene poner los pies en el suelo a los clientes, incluyéndose ahí hacerles saber cuál es la realidad de los tiempos de los juzgados. Todo ello, sin duda, acostumbra a facilitar el camino al acuerdo.
He podido comprobar como litigantes encallados más de dos años, y habiendo pasado incluso por mediación, al recibir la información adecuada y real de lo que conforme a la ley y la jurisprudencia se acostumbraba a resolver en supuestos parecidos al suyo, han visto claro que lo mejor era pasar página y buscar una salida pactada.